martes marzo 19 de 2024

Denuncian suicidios de indígenas en Colombia para evitar ser reclutados por grupos armados

Arquímedes Carpio Membache, líder indígena de la comunidad Wounaan, denuncia que jóvenes indígenas se están suicidando para evitar ser reclutados por los grupos insurgentes colombianos. Cortesía Arquímedes Carpio Membache)

La Agencia Anadolu habló con Arquímedes Carpio Membache, líder indígena de la comunidad Wounaan, quien denuncia que al menos 20 jóvenes indígenas se han suicidado en lo que va del año en el departamento del Chocó para evitar ser reclutados.

Por: José Ricardo Báez G.

@josebaezg

Informe especial

Bogotá, 28 de julio _ Agencia ANADOLU _El confinamiento que viven las comunidades indígenas del Chocó no se debe a la pandemia del coronavirus, sino a los continuos enfrentamientos entre el ELN y el Clan del Golfo por controlar este estratégico territorio que funciona como ruta del narcotráfico.

La organización Wondeko alertó el pasado 22 de julio que al menos 700 familias indígenas se encuentran confinadas en Bajo Baudó, Chocó. La Defensoría del Pueblo le pidió al Gobierno nacional y a los gobiernos departamentales y municipales “activar de manera urgente los mecanismos de prevención, protección y atención a las comunidades indígenas Wounaan y Embera de Buenavista, Unión Pitalito, Puerto Chichiliano, Puerto Piña y Bajo Grande confinadas y en riesgo de desplazamiento en el municipio de Bajo Baudó”.

La Defensoría asegura que hay un interés por parte de los grupos armados “de controlar las vías fluviales, los corredores que comunican con el océano Pacifico y que articulan las zonas de cultivo de coca con las zonas de procesamiento y, adicionalmente, garantizar las rutas de comercialización con posibles mercados centroamericanos a través del control hegemónico de la cuenca del río Baudó”.

De acuerdo con Arquímedes Carpio Membache, líder indígena de la comunidad Wounaan y uno de los creadores de la organización Wondeko, la falta de oportunidades obliga a los indígenas a sembrar cultivos de uso ilícito en el territorio.

Relata que «los jóvenes terminan reclutados por los grupos armados y son obligados a ser informantes o a transportar mercancía (cocaína) hacia Centroamérica. La instalación de minas antipersona y los enfrentamientos armados han generado que muchas comunidades estén confinadas en este momento y desoladas”.

Por poner un caso registrado por la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, el 11 de julio de 2017 en el resguardo Embera Wounaan Katio de Quiparado, en el municipio de Riosucio, el joven de 18 años Sebastián Carpio Mecheche fue víctima de una explosión de una mina antipersona que le destrozó la pierna derecha cuando buscaba unos plátanos para comer. Desde entonces, él y su familia decidieron desplazarse a Bogotá y dejar el territorio ancestral por miedo a la violencia de la que son víctimas.

Actualmente los grupos armados impiden que las comunidades del Chocó se movilicen libremente por el río Baudó, y eso significa mucho más que una simple prohibición. “Impiden la comunicación de la espiritualidad, la convivencia de paz y armonía que se tenían. Esto significa un debilitamiento en los gobiernos propios y una ausencia de prácticas religiosas y culturales que no se permiten o se abstienen de hacer”, explica Carpio Membache.

Para los Wounaan, el río Baudó es el centro histórico de su cosmovisión. Maach Aai, considerado el Dios creador del mundo y de los Wounaan, escogió una playa llamada Baaur Do Mos, hoy conocida como Baudó, y ahí creó a su hijo Ewadam. Por solicitud de su hijo, porque se sentía muy solo, Maach Aai creó gente por medio de muñecos hechos con barro que fueron puestos en la playa. Así surgieron los Wounaan, según recuerda la tradición oral, en riesgo de desaparecer.

Desde principios de la década de los ochenta empezaron a tener presencia en el territorio los frentes 34 y 57 de las FARC. Más tarde, a finales de los noventa, empezaron a llegar grupos paramilitares y los resguardos indígenas se convirtieron en un botín de disputa territorial.

Tras la firma del Acuerdo de Paz con las FARC, la guerrilla del ELN llegó a ocupar los territorios dejados por las FARC y a enfrentarse con el Clan del Golfo, que es considerado un cartel del narcotráfico heredero de los grupos paramilitares.

En los últimos 35 años, cerca de 13.000 personas han sido asesinadas, varias de ellas en por lo menos 21 masacres, mientras que el paso del conflicto por la región del Urabá y el Bajo Atrato, entre el departamento de Antioquia y el de Chocó, ha dejado 6.500 personas desaparecidas.

Suicidios de jóvenes indígenas

Carpio Membache denuncia que en los últimos meses los jóvenes que viven en los resguardos se están suicidando, precisamente en donde las comunidades se encuentran confinadas. La mayoría de ellos se cuelga con una “paruma”, una manta. Para el líder indígena existe una relación causal directa entre el conflicto armado, el aumento del reclutamiento de jóvenes y los suicidios de los indígenas.

El líder Wounaan señala que en este momento se está comunicando con las autoridades indígenas, pues no se encuentra en el territorio, para que le puedan dar un consolidado del número de suicidios que han ocurrido. “Yo calculo unos 20 jóvenes que se han suicidado en lo que va corrido de este año”.

¿Por qué se suicidan? Según Carpio Membache, “los jóvenes que no quieren estar en la guerra ni salir de su territorio deciden suicidarse”, asegura. “Por ejemplo, antes de ayer me informaron que se suicidó un joven en el alto Baudó. Cada semana se suicidan jóvenes y nadie está haciendo registros o emitiendo comunicados a los organismos internacionales. No hay cómo sacar a la luz pública la situación de esta juventud”.

La investigación «Narrativas sobre la conducta suicida en pueblos indígenas colombianos», que comprende la conducta suicida que ha afectado a los pueblos indígenas de Colombia durante el periodo 1993 a 2013, concluye que “la conducta suicida en los pueblos indígenas del país debe comprenderse y abordarse como el emergente de procesos estructurales destructivos de los modos de vida propios, que aseguran el buen vivir individual y colectivo de los pobladores originarios, y se ven coartados por la irrupción violenta de la sociedad en sus territorios”.

Virginia Bolten explica en un artículo titulado «El suicidio indígena como consecuencia de la colonización», que “el proceso de aculturación impuesto a los pueblos originarios y los conflictos entre terratenientes e indígenas es el principal motivo del fenómeno de suicidio indígena. En Brasil, fueron registrados 782 casos de suicidios indígenas en los últimos 16 años, según el Consejo Indigenista Misionario (Cimi, por su sigla en portugués). La falta de tierra para trabajar es el factor de más relevancia en este escenario. Los pueblos indígenas tienen una relación simbólica con el territorio. Las tierras ancestrales son la única forma posible de reproducción de la vida, de su cultura y es la única razón por la cual existir”.

El suicidio indígena tiene una tradición histórica desde la Conquista y ha sido usado como medida de presión contra el Gobierno. Por ejemplo, según la tradición oral, en los años de 1540 en el sitio «El peñón de los muertos» , aledaño al actual municipio de Güicán (Boyacá), murieron miles de indígenas U’wa para evitar el dominio español.

De acuerdo con los cronistas de la época, las mujeres se metían con sus hijos en enormes vasijas de barro que eran rodadas hasta el abismo. Esta historia se hizo muy conocida en 1996, cuando los sobrevivientes de los U’wa amenazaron con estar dispuestos a realizar otro suicidio colectivo si el Gobierno permitía explorar petróleo en su territorio.

«Eso es lo que está pasando”, dice Carpio Membache. ”Lo que pasó en la Conquista cuando ocurrieron muchos suicidios, pero ahora es por la presencia de grupos ilegales en el territorio, por no ver jóvenes reclutados, por no ver lo que está pasando adentro de su comunidad”, asegura el líder indígena Wounaan.

La protección ancestral

Arquímedes Carpio Membache recuerda que desde niño soñó con defender a su pueblo. “Era una necesidad para mi pueblo: que se le reconocieran sus derechos y que estos nos convirtieran en sujetos de derechos de un pueblo marginado”. Desde los 16 años empezó a participar en reuniones y capacitaciones que daban los mayores. Desde entonces le gustaba saber sobre la historia, origen y sobre el conocimiento ancestral del pueblo Wounaan.

Más tarde, se convirtió en secretario del cabildo de manera voluntaria y en una especie de docente para los niños, a quienes les enseñaba los temas que tanto le apasionaban sobre su comunidad. Cuando terminó el bachillerato ya era reconocido como un líder regional y con el proceso constituyente de 1991 se volvió uno de los líderes indígenas más importantes del país, luego de que por medio de talleres explicara la nueva legislación indígena de la Constitución colombiana.

Ha sido amenazado de muerte cuatro veces. La primera por los paramilitares, y junto a su comunidad fue obligado a trabajar para este grupo armado. Se fue a vivir al pueblo de Riosucio, desde donde dirigió nuevas asociaciones y organizaciones indígenas para visibilizar lo que ocurría con la llegada de la guerrilla y los paramilitares. Desde 2007 empezó a trabajar el tema de frontera y doble nacionalidad, pues los Wounaan están ubicados a lo largo de la frontera entre Colombia y Panamá.

En 2009 una sentencia de la Corte Constitucional obligó al Estado a preservar y salvaguardar a los pueblos, por lo que ayudó a implementar el Plan de Salvaguarda étnico del pueblo Wounaan, creando la fundación Woundeko. En 2013, la última vez que fue amenazado, viajó a Bogotá pero no soportó la vida en la ciudad. A los seis meses volvió y vive actualmente en Quibdó, la ciudad más cercana al territorio de donde fue expulsado.

“Yo le agradezco a los médicos ancestrales que siempre me han dado la mano y por eso ando sin escolta. A mí me ofrecieron un esquema de seguridad, pero yo siempre me encomiendo al señor Dios en los trabajos que hago”. De acuerdo con el líder indígena, las plantas medicinales y los baños espirituales de preparación del cuerpo lo protegen de la muerte. Además, si aceptara una escolta no podría entrar al territorio, donde los líderes indígenas prohíben que lleguen personas armadas.

No obstante, siente miedo y por eso evita hablar ante las cámaras. La última vez lo hizo en una Audiencia Pública en Apartadó: “Tenía que decir lo que está pasando en el territorio. Siempre me encomiendo en las manos del señor Dios y en las plantas medicinales», asegura Carpio Membache.

En aquella ocasión, la Comisión de la Verdad de la Justicia Especial para la Paz (que surgió tras el Acuerdo de Paz con las Farc) escuchó a ocho líderes en el «Diálogo para la no continuidad y la no repetición del conflicto armado, en la región del Urabá antioqueño y el Bajo Atrato», donde recalcaron que la guerra en las regiones aún persiste.

Carpio Membache le hace un llamado tanto a las autoridades indígenas como al Gobierno. “A las autoridades les digo que practiquemos y demos el conocimiento a la juventud para que no perdamos ese conocimiento y persista siempre la resistencia territorial y la convivencia en paz. Y a la fuerza pública: dejarle en claro que la solución no son las balas. La solución es el diálogo de entendimiento que permita a nuestras comunidades vivir en paz y en armonía”.

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