jueves octubre 3 de 2024

Maluco

MiguelGomezMartinezPor: Miguel Gómez Martínez*

“Esto se está poniendo maluco”, me dijo el presidente colombiano de una multinacional europea, establecida en el país, cuando le pregunté por su negocio. Y luego añadió: “estamos como los salmones, nadando a contracorriente, avanzando muy poco, con mucho esfuerzo”. Creo que nadie podría haber definido mejor el deterioro del clima de los negocios. El resto de la conversación fue una detallada descripción de los problemas reales que su empresa enfrentaba y frente a los cuales sentía que el Gobierno era sordo y mudo.

Hizo referencia a las reformas tributarias. Me sorprendió al afirmar que en su multinacional existía un mapa en el cual clasificaban a las filiales según las tasas efectivas de tributación, y Colombia aparecía en el grupo con la mayoría de los países del Viejo continente. Según él, este era el tema que más preocupaba a su matriz, pues no es lo mismo pagar el mismo nivel de impuestos en un país desarrollado, que en uno sin seguridad, sin vías y con altos niveles de corrupción e ineficiencia administrativa. Relató la absoluta indiferencia con la que el Gobierno aborda los temas de contrabando, a pesar de la valiosa información sobre los métodos y circuitos que ellos mismos le entregan a la administración. Irónicamente, concluyó que los más afectados son sus competidores nacionales, que tampoco han logrado que el Gobierno les ponga atención.

Frustrante fue la experiencia de la visita al país del presidente mundial de la compañía. Era la primera vez que visitaba a Colombia y se agendaron reuniones al más alto nivel, desde la Presidencia hasta las dependencias estatales estratégicas para el negocio. Se escogieron con detalle los temas que sería oportuno tratar en cada nivel del Gobierno. Según mi interlocutor, el pobre presidente de la multinacional debió escuchar –una y otra vez– el discurso sobre la paz y de cómo en La Habana se estaban solucionando la mayoría de los problemas nacionales. “¡Hasta en el Invima le hablaron de la paz, cuando queríamos abordar un tema de propiedad intelectual!”, relató el avergonzado representante colombiano de la empresa extranjera. En la cena de despedida, el presidente de la multinacional, de forma diplomática, se mostró sorprendido de que el Gobierno colombiano creyese que la Unión Europea fuese a contribuir con recursos significativos para el posconflicto. We would love to help, but we have enough problems of our own, (Nos encantaría ayudar, pero ya tenemos suficientes problemas), fue su sensato comentario.

Al escuchar a mi contertulio, entendí hasta qué punto el tema de La Habana se ha convertido en la excusa para no gobernar. Pareciera que el Gobierno ha terminado por creer su propio discurso de que el desempleo, la baja productividad, los problemas estructurales de competitividad, el retraso tecnológico, la ausencia de justicia, la corrupción, el déficit fiscal, la inseguridad ciudadana se van a corregir con la firma del acuerdo. Todo queda suspendido a ese glorioso día en el cual, por arte de magia, el país entrará en los ríos de miel y leche que nos han sido prometidos.

Al despedirme, pensé que, tener el déficit comercial en 6.000 millones de dólares o el endeudamiento externo en 100 mil millones de dólares eran problemas menores.

Miguel Gómez Martínez

Profesor del Cesa

[email protected]

Fuente: PORTAFOLIO

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