martes marzo 26 de 2024

Sintético y artificial

Luis Alfredo  Ramos HijoPor: Alfredo Ramos Maya

Senador de la República

Twitter: @AlfredoRamosM

 

_ Con bombos y platillos el Ministerio de Educación Nacional hizo el lanzamiento del denominado “Índice Sintético de Calidad Educativa ISCE”, con el objetivo de medir diversos componentes que generan un puntaje teóricamente global que demostraría cómo se encuentra escalafonado cada uno de los colegios públicos y privados en Colombia.

 

Lo primero que dice el propio Ministerio es que es un índice muy fácil de entender, pero no ha podido explicar con claridad cómo se determina cada punto aparecido en el mismo. El índice se convierte en una serie de tecnicismos reforzados que no son explicados de manera transparente a la ciudadanía.

Lo que sí queda completamente claro es el índice “sintético” es completamente artificial, un invento lúgubre del Ministerio que deja muchos vacíos, que los cuatro componentes medidos (progreso, desempeño, eficiencia y ambiente) son caprichosos, y que jamás asegura el crecimiento de la calidad en nuestras instituciones educativas.

Los reparos técnicos a este índice son innumerables, y se quedan en un anuncio adicional a los que ya nos han acostumbrado, con altos costos de publicidad y haciendo innecesariamente perder un día de estudio a todos los colegios colombianos.

Colombia está en un nivel supremamente bajo en términos de educación internacional. Las pruebas PISA 2012 determinan que tenemos un retraso de siete años de escolaridad frente a Shangai, líder mundial en estas pruebas. Y el principal reparo que tiene este índice es que mide a Colombia con Colombia, sin tener en cuenta que la educación en el siglo 21 se hace de cara al mundo. El Ministerio de Educación, en una visión risible y obsoleta, toma en consideración únicamente la evolución interna del país, como si nuestros jóvenes estuvieran compitiendo con los colegios vecinos y no en un mundo globalizado en el que el talento humano hace la verdadera diferencia, en el que el futuro de una sociedad debe estar basada en el conocimiento, la ciencia, la tecnología y la innovación.

El componente “progreso” mide cuánto han mejorado nuestros resultados en las pruebas Saber en relación con el año anterior. De esta manera, los colegios de mayor calidad tienen desventaja, pues si ya tienen a todos sus alumnos en los mejores niveles, las posibilidades de progresar disminuyen. Esto es, no se premia la calidad históricamente adquirida por una institución, sino un avance artificial frente a los demás colegios, y no frente a un estándar previamente establecido.

Adicionalmente, no mide la calidad en términos de puntaje sino en ranking, es decir, la supuesta calidad que mide puede mejorarse por una caída general en los resultados de otros colegios aunque no necesariamente se haga por una mejora en la calidad en una institución.

El componente “desempeño” demuestra cómo están los resultados de una institución con respecto al resto del país. Los comentarios son los ya anteriormente hechos: si Colombia desmejora su calidad global, una institución educativa podría aumentar su puntaje en el índice artificial, pues no se toma una meta estandarizada creciente sino que se mide contra un promedio que puede ser mediocre.

Pero así como se demuestra que la medición de la calidad no se asegura con estos componentes, ellos podrían generar un incentivo perverso a las instituciones para mejorar sus resultados: ellas podrían retirar (expulsar) a los estudiantes de bajo rendimiento, o forzarlos a tomar las pruebas sin afiliación a la institución. No se evidencia cómo se controla este riesgo porque ninguna variable incorpora la tasa de deserción o expulsión de las instituciones.

El componente “eficiencia” mide cuántos de estudiantes aprueban el año escolar. Este componente genera, también, unos incentivos perversos al sistema: las instituciones podrían, de manera arbitraria, promover a todos los estudiantes al grado siguiente (aunque podría implicar un riesgo para los componentes de progreso y desempeño en los niveles siguientes), o expulsar a los estudiantes que puedan generar riesgos, aumentando la deserción escolar, el cual es uno de los principales retos que tiene la educación media en Colombia. Como en los casos anteriores, este riesgo no se controla y por tanto el incentivo perverso no se mitiga o reduce.

 

Por último, el componente “ambiente escolar”: registra los resultados de los cuestionarios de factores asociados al ambiente escolar en las aulas de clase. No es claro cómo se incorpora la medición para educación media, pues sólo toma como base los resultados de las pruebas Saber 5 y 9. Este componente genera también unos incentivos perversos que lo pueden deslegitimar: como la encuesta no mide la capacidad de los estudiantes sino su opinión, los docentes o rectores podrían “negociar” el resultado con sus estudiantes así: si el colegio tiene una buena calificación en ambiente, se incrementan las notas de los estudiantes o se premian de alguna otra forma.

Adicionalmente, y como en los casos anteriores, los colegios pueden expulsar a los estudiantes rebeldes, cuyas probabilidades de responder negativamente la encuesta sean altas. Igualmente, los indicadores que se miden en el aspecto de ambiente escolar son caprichosos y no tienen en cuenta aspectos objetivos (por ejemplo: no se toma en cuenta la nutrición escolar, el número de metros cuadrados por alumno, el número de computadores por alumno, la calidad de laboratorios científicos, el número de metros cuadrados dedicados a deporte o cultura, entre muchos otros).

En conclusión, el “Índice Sintético de Calidad Educativa ISCE” es artificial, caprichoso y no mejora la educación en Colombia. Se queda en comparar instituciones educativas de manera endémica y provincial, sin estándares internacionales como punto de comparación. Adicionalmente, no ataca problemas fundamentales como la calidad de la docencia, la deserción y la mejora en infraestructura. El hecho de que no se controle la expulsión de estudiantes agrava los incentivos perversos, en tanto el retiro de estudiantes que afecten la calificación en los cuatro componentes no se controla en el largo plazo.

La idea de crear un índice más integral para medir la calidad educativa es interesante. Sin embargo, no se puede quedar en simples anuncios mediáticos que no generen resultados serios y técnicos para tomar decisiones de fondo. Se requiere mayores estándares internacionales, medir aspectos objetivos en instituciones (no sólo opiniones) y se deben atacar problemas estructurales de la educación colombiana como los ya mencionados anteriormente. Ese día podremos creer en este índice, para que no sea un índice artificial como el que se pretende imponer.

Por último, no se sabe qué pasará si no consiguen las metas para 2015, quién tendrá la responsabilidad política en caso de no cumplirlas. Esperamos que muchos asuman con honor su compromiso y, en caso de incumplimiento, tengan la capacidad de dar un paso al costado. Con la educación de nuestros niños y jóvenes no se puede jugar.

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