martes marzo 26 de 2024

El marchitamiento de la radio

Eligio Palacio Roldán

Por: Eligio Palacio Roldán

Siempre he considerado que la radio es el medio de comunicación por excelencia: Ella nos permite informarnos, soñar, padecer; en fin, vivir.

Con frecuencia se habla del olfato periodístico, yo creo que lo tengo. Tal vez no, tal vez es que nuestra realidad se repite de tal manera que ya sabemos sobre que escribir en determinada época del año.

El pasado 28 de enero comenzaba a escribir esta columna a raíz del aniversario de mi columna LA NUEVA ETAPA DE LA LUCIERNAGA http://wp.me/p2LJK4-1aB, columna que no pude concluir en esa semana por algunos inconvenientes que no vienen al caso y que fue sorprendida o “chiviada” por la noticia del locutor de una emisora en Medellín que se burla de sus oyentes. Nada nuevo, diría yo, pues ese es el esquema de nuestra radio desde los tiempos de “La Hora de los Adoloridos” de Radio Paisa, de RCN, por allá en la década del ochenta, del siglo pasado. (Ver LA RADIO http://wp.me/p2LJK4-wj)

Iba a escribir sobre el marchitamiento de la radio precisamente porque lo que escribí hace un año sobre La Luciérnaga y 6AM HOY x HOY se cumplió a cabalidad y poco queda de esos legendarios programas. El primero padece la ausencia del maestro Hernán Pelaez y tal pareciera que la ironía y la excelente información, de otros días, quedaron en el pasado. También la irreverencia y la crítica ácida. Se creería que el gobierno Santos los absorbió, así como al programa de la mañana. Que espacios tan cansones, tan faltos de objetividad, de información, de contextualización. Que prepotente y “mamón” suena Luis Carlos Vélez, creo que superará con creces a su padre. De Caracol se salvan pocos programas. Tal vez Sanamente, a las  once de la noche, Hora 20, cuando Diana Calderón deja hablar a sus invitados, y las entrevistas de A Vivir Que Son Dos Días: Atrás quedaron las innovaciones, las campañas de expectativa; hasta el Ultima Hora y Ultima Hora Caracol ahora suenan insípidos. A la ausencia de voces atractivas se une la falta de producción y la pobreza de los contenidos en toda la programación. Tal parece que estamos en la era de Radio Pobre. Aunque, la verdad, en la Radio Pobre se notan más los esfuerzos.

Pero si por Caracol llueve, por RCN no escampa: qué sueño escuchar la programación de esa cadena radial: Yolanda Ruiz desdibujada, Juan Carlos Iragorri tratando de copiar a Hora 20, el talento de Guillermo Diaz Salamanca desperdiciado.

De Todelar, para qué hablar. No existe.

Blu Radio hace esfuerzos en producción pero no encuentra una identidad, es un híbrido entre Caracol Radio, La W y Sábados Felices. Sobrevive de la sombra de Caracol: muchos aún creen que eso es lo mismo y la marca Caracol pesa en Colombia.  Se salva En Blu Jeans. Qué cansancio, qué fatiga Nestor Morales interrumpiendo y regañando a sus “contertulios”.

En esta oscuridad brilla Julio Sánchez Cristo que todavía crea, todavía se esfuerza, todavía innova en La W. Todavía cranea producción radial de impacto. Se exagera en la duración de algunas entrevistas y en su idolatría por la  farándula internacional.

En la radio musical solo queda el esquema de La Hora de los Adoloridos fusionado con el humor insulso y estereotipado de, también,  Sábados Felices.

Lo he dicho varias veces: Un día la radio abandonó las radionovelas por miedo a la televisión; hoy abandona la información por las mismas circunstancias y por  miedo a los medios electrónicos. No es el momento de huir, es el momento de ser más creativos y de reinventarse.

El Problema de la radio no es de dinero, es de temor y de falta de creatividad.

ANTES DEL FIN

A este panorama desolador hay que sumarle la cesión de las frecuencias en AM y de extensas horas de radio a los grupos religiosos y brujos de toda calaña.

El próximo martes, día del periodista, después de varios meses, regresaré a mis encuentros con el psicoanálisis. Creo que mi analista se sentirá orgulloso: Su paciente dejó los audífonos. No se haga ilusiones mi doctor, no es su mérito, tampoco mi esfuerzo: es la radio de Colombia que entró en franca decadencia y no provoca escucharla.

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