No dejar a nadie atrás
Por: Carlos Alberto Baena López
@Baena
Durante la semana pasada tuvo lugar el Vigésimo Quinto Período de Sesiones de la Comisión de Desarrollo Social del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas (ECOSOC). Tuvimos ocasión de participar, gracias a una gentil invitación de la Asociación Miraísmo® Internacional que, desde hace varios años, fue reconocida por ese importante ente multilateral como Organización No Gubernamental con Estatus Consultivo.
El eje central de las discusiones este año puso su atención en las estrategias a corto y mediano plazo que permiten mejorar la calidad de vida de las personas con discapacidades. Se trata de una situación de la mayor importancia que aún no cuenta con la visibilidad suficiente y ante la cual algunos gobiernos se quedan rezagados en facilitar la inclusión a quienes viven en una situación de esta naturaleza.
Por ejemplo, en Latinoamérica puede haber más de 80 millones de personas que tienen algún tipo de discapacidad, de los cuales sólo entre el 20% y 30% están escolarizados; el 80% son pobres; entre el 80 y 90% están desempleados; y quienes tienen algún trabajo, normalmente son mal remunerados. En Colombia, el panorama no es muy diferente: se estima que más de 3 millones de personas presentan una condición discapacitante. De ellos, el 61% no recibe ningún tipo de ingreso económico para su subsistencia.
Consciente de esa realidad, que no es nueva, desde hace muchos años la Fundación Internacional María Luisa de Moreno ha trabajado para combatir la deficiencia social existente que impide a las personas en general, reconocer las capacidades de quienes tienen alguna limitación física o cognitiva. Como respuesta, la Fundación desarrolló el Método “Descubrir la capacidad, una oportunidad” que, llevado a la práctica, ha generado resultados más que satisfactorios, demostrables y evidentes en centenares de personas, fortaleciendo el desarrollo social y rompiendo los ciclos de pobreza y exclusión que afectan a esta población.
Así, la Fundación se ha ocupado tanto de la provisión de implementos necesarios para su vida cotidiana, como de la inclusión efectiva de las personas con discapacidad en el mercado laboral y otras esferas de la sociedad; lo cual, en esencia, afronta esa correlación perversa entre pobreza y discapacidad, que es indispensable combatir.
En suma, para conseguir que nadie se quede atrás, es preciso comprender que las personas con discapacidad no tienen el deber de adaptarse al entorno, sino que el entorno debe adaptarse a ellos.