jueves abril 25 de 2024

Los demócratas, a por Trump

Por: Juan Manuel Ospina

Bogotá, 05 de marzo_ RAM_Mientras escribo esta columna, se desarrolla en 14 estados de Estados Unidos una consulta ciudadana abierta para definir al candidato demócrata que habrá de enfrentarse a Donald Trump; su derrota en noviembre, como condición de supervivencia del país, pues en su cuatrienio se dio una concentración de la riqueza y del control de la política por el gran capital como no se veía desde comienzos del siglo pasado, en la época del dominio de los grandes barones (“tycoons”), que enfrentó y puso en cintura Theodore Roosevelt.

El debate demócrata que llega a la recta final, enfrentándose Bernie Sanders y Joe Biden, ha permitido desnudar la dura realidad de un país más allá del espejismo del gran Estados Unidos que insiste en vender Trump. Es decir, una cosa es el país analizado y aplaudido los fines de semana en los clubes de golf por los partidarios del presidente, y otra es lo que viven los ciudadanos sufriendo para ver cómo terminan el mes. Hay una correlación dramática: a aumentos en los mercados bursátiles corresponden aumentos en la tasa de suicidios. Algo va mal, muy mal, en el Estados Unidos grande de nuevo ofrecido por Trump. La realidad es contundente y es esa la que quiere cambiar a fondo el Partido Demócrata con quien sea su candidato.

La propuesta de Sanders, que presenta de una manera imperativa, se centra en cuatro puntos claros: atención médica universal, mayores impuestos a los muy ricos, energías renovables y límites al financiamiento de las campañas, como lo muestra Michael Bloomberg, el sexto hombre más rico del mundo que literalmente busca comprar la Presidencia sin tapujo alguno.

El punto está en que, por su estilo intransigente, radical, sin ánimo de conciliar y más bien de provocar, se presenta no como un socialdemócrata que es, sino como un socialista democrático, en un país donde la palabra socialismo por lo menos hasta ahora huele a azufre, justificando políticas castristas donde el anticomunismo y el anticastrismo casi que hacen parte del pensamiento imperante. Y sin hacer concesiones, como diciendo: me aceptan como soy o…, con lo cual se asemeja al comportamiento de Trump desde la otra orilla. Esa posición vertical, pulcra, puede ser valerosa, pero en términos difícilmente logra su propósito, quedando más como un testimonio.

Biden, por su parte, tiene un discurso de centro progresista, a tono con las banderas reformistas que han sido de los demócratas. Su discurso es más estadounidense, de solidaridad, de “compasión”, como dicen, de rescate del alma perdida en los excesos de una ambición desenfrenada, reclamando el regreso de los valores nacionales. Como si su mensaje fuera: hagamos grande a Estados Unidos de nuevo, pero no exclusivamente en términos materiales, sino en sus valores y principios democráticos que le dieron origen y configuraron mucho de lo bueno que se perdió en los últimos años: la capacidad de unirse para asumir los desafíos, la capacidad de acoger a quienes llegan buscando un mejor futuro y no solo los que vienen con sus millones y su preparación. Biden parece decir: reconozco mucho de lo bueno del planteamiento de Sanders, pero si no recuperamos el sentido de la unidad, del respeto a los derechos y a la ley, de la solidaridad y un sentido de propósito colectivo, esos esfuerzos no encontrarán tierra fértil para pelechar.

Sanders hace planteamientos para presentar lo que se debe hacer sin dejar claro cómo se lograrán las condiciones para conseguirlo, pues no basta ganar la Presidencia con un buen programa; genera un compromiso de tipo intelectual en un mundo con una visión maniquea que no congrega, aunque pueda generar una movilización ciudadana como se ha visto en la campaña. Biden va más allá y por encima de sus propuestas está su voluntad de compromiso, de cercanía, casi que de complicidad con el elector, con el otro, con el vecino. Es un acercamiento humano más que de simple razón, por ilustrada y pertinente que esta sea; pero volvemos al comienzo, por encima de las ideas está la humanidad de las personas. Es en buena medida lo que en estos momentos empiezan a definir los electores en la consulta, cuyos resultados serán conocidos cuando se lean estas líneas.

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