martes abril 16 de 2024

Gracias Colombia por la fortuna de tener a Zambrano en el atletismo

Un camino lleno de victorias, pero también de tropiezos.

Textos y fotos COC

Tokio, 05 de Agosto _ RAM_ Anthony Zambrano nació el 17 de enero de 1998 en Maicao (La Guajira), su padre fue víctima de la época de la violencia más fuerte en Colombia y, tras su muerte, Anthony y su madre, Miladis Zambrano, tuvieron que partir a tierras barranquilleras con la ilusión de dejar todo atrás y tener un nuevo comienzo en la ‘puerta de oro de Colombia’.

Creció en medio de situaciones poco habituales para un niño y eso lo convirtió en un hombre determinante y lleno de carácter, los Juegos Intercolegiados fueron el primer escalón de Zambrano para darse cuenta que tenía una gran habilidad para correr y para competir a tan corta edad.

El Colegio María Cano de Barranquilla, donde estudió, el profesor de educación física y el ex atleta Wilson Castro, quien llevaba talentos a la Liga, lo metieron en los Juegos Intercolegiados, y Zambrano no dudó en apuntarse a la lista que representaría a la institución. Los compañeros de Anthony le dijeron que las competencias estaban por comenzar, y él no dudó en entrenar más que sus amigos de curso.

En las fases regionales y departamentales de los intercolegiados, Zambrano ganaba sin problemas, lo que lo animó a seguir entrenando. Sus profesores o lleva a la pista del estadio Metropolitano, en Barranquilla, donde queda bajo las órdenes del profesor Juan Carlos Cervantes, quien siguió el proceso en busca del campeonato nacional.

Pero su talento y resultados lo catapultaron en el ámbito nacional y lo empezaron a proyectar para que buscara la marca de clasificación rumbo al Mundial de Menores en Cali, ya de la mano del entrenador nacional Valentín Gamboa. Y No solo logró el objetivo de estar en la lista de los seleccionados por Colombia, sino que con su avance hasta la final empezó a labrar su futuro en las diferentes pistas del mundo.

En la pista del Estadio Pascual Guerrero empezó a mostrar las marcas que lo llevarían a ser uno de los mejores del mundo. En aquel mundial, reservado para los menores de 18 años, terminó séptimo e impuso el récord nacional vigente para la categoría, con 46.27.

Un año después, en el Mundial Sub-20, que se llevó a cabo en Bydgoszcz (Polonia) volvió a ser finalista e hizo parte del equipo de relevos 4×400 que participó en los Juegos Olímpicos de Rio 2016, siendo aún juvenil.

Después de los Juegos Olímpicos, tuvo la oportunidad de empezar un nuevo ciclo olímpico, desde los Juegos Bolivarianos de Santa Marta, en el 2017, pero las lesiones lo alejaron un poco de las pistas y hasta desapareció del ambiente deportivo. Tampoco estuvo en los Juegos Suramericanos, y no pudo estar ni en el Campeonato Nacional del 2018, ni en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, en su amada Barranquilla, donde trabajó como bicitaxista y también le ayudaba a su mamá a moler el maíz para hacer los fritos que vendían para subsistir.

Se pensó, incluso, que era uno más de muchos talentos perdidos. Afortunadamente empezó a recomponer el camino, siempre de la mano de Orlando Ibarra, el presidente de la Liga de Atletismo del Atlántico, quien se la jugó por Anthony, incluso cuando no quería saber de atletismo. De hecho, Ibarra es como el papá de Anthony. Es el primero al que busca cuando el medallista olímpico llega a Barranquilla y es el que lo llama al orden cuando se requiere.

Después de ese proceso del 2018, en el que se corona campeón suramericano sub-20, trabaja bajo las órdenes de Carlos Cantillo, por un pedido especial de Orlando Ibarra. En ese proceso pasaron cerca de dos años, hasta que en el 2019 llegó el profesor Nelson Gutiérrez, para empezar un nuevo proceso. Y los frutos se empezaron a recoger muy temprano, al coronarse campeón suramericano, y un mes después, campeón panamericano.

En ese 2019 todo corrió tan rápido como sus remates en los últimos metros. Encabezó el relevo que también consiguió la medalla de oro en esos mismos panamericanos de Lima 2019. Y tan solo unos meses después empezó a escribir su propia historia, con la medalla de plata en el Mundial de Doha (Qatar), donde impuso el récord suramericano de 44.15. Cerró ese mismo año con el título en los Juegos Nacionales, siendo ya una celebridad en las pistas.

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