martes marzo 19 de 2024

Armero: 36 años de la tragedia "A once geólogos de la universidad de caldas... Se los tragó la tierra"

13 noviembre, 2021 Generales, Opinión Eduardo Lozano M.

Por Eduardo Lozano M.

BOGOTA, 13 noviembre,2021_ RAM_ Se cumplen 36 años de esa espantosa tragedia que borró del mapa al municipio de Armero (Tolima). (Nov 13/1985).

Quienes fuimos testigos de excepción de aquella horrenda página de la historia de Colombia, no hemos podido olvidar ese encuentro frente a frente con la muerte, cuando a cada metro se encontraban personas desfiguradas por las quemaduras y muchos en el desespero no podían ocultar en sus rostros los gestos y estertores pre morten.

Un episodio que como periodista me dejó muchas entrevistas de hombres, mujeres, jefes de familia, etc.

El siguiente texto lo tomé de un libro de mi autoría llamado MIS VIVENCIAS

Sofia Navarro Alarcón

En el libro muchos testimonios estremecedores, pero no quise terminar el escrito, sin antes hablar con la geóloga Sofía Navarro Alarcón, con quien abordamos el tema quizás 20 años después en un restaurante de Bogotá (año 2005). Ella, un testigo de excepción del proceso, que estando en Armero la trágica noche del 13 de noviembre de 1.985, salvó su vida como por acción de un milagro.

Se trata de una mujer muy seria, profesional en su oficio, nacida en Manizales, pero que por propias razones no le gusta hablar del tema de Armero. Sin embargo por coincidencia quedamos inmersos en Armero y era inevitable que en nuestro diálogo se tocaran algunos pasajes.

Aunque en nuestro encuentro ella se mostró tranquila por sus gestos y actitudes, adiviné que en su interior queda ese rastro de amargura y tristeza que genera en un ser humano semejante situación. Descubrimos que ambos estuvimos en los mismos sitios del área del desastre y hasta dibujamos mapas de cómo era la plaza principal de la inspección de Guayabal. Ella estuvo allí en calidad de víctima y sobreviviente y yo como periodista.

Para esquivar un poco el tema que traté con ella, hablamos de todo. Del complicado tránsito vehicular de Bogotá, de sus barrios, de las flores y hasta de su vida escolar hasta que recibió su título como Bachiller.

«Salí Bachiller del Colegio de Nuestra Señora de los Ángeles en Manizales. Este ha sido un colegio tradicional de mi ciudad que es regentado por la comunidad de Terciarias Capuchinas. Desde un tiempo atrás, casi sin darme cuenta, me fui interesando por las cosas de la tierra, sus montañas, sus fenómenos y toda clase de accidentes geográficos. Alguna vez quizás en una clase de Geografía Universal o tal vez en algún libro, conocí sobre la teoría que los continentes como es el caso de África y América eran unidos y por esa razón la similitud en las costas enfrentadas de uno y otro lado, que a uno le hacen pensar que las cosas eran así. Cuando estaba por graduarme hablé con mi mamá y le referí sobre mis tendencias estudiantiles futuras y el inmenso deseo que tenía por estudiar esa ciencia. Ella no se sorprendió por mi propuesta y si así lo sintió nunca lo expresó. Por el contrario, me dió todo su respaldo».

La Universidad

«Justo en los días que terminé mi bachillerato, la Universidad de Caldas abrió la Facultad de Geología. Qué mayor felicidad que lo que me gustaba lo podía estudiar en mi ciudad, en mi ambiente y junto a mi familia y amigos. En el transcurso de los semestres conocí mucha gente, nuevos compañeros venidos de otras ciudades y poco a poco en el trasegar del campus universitario, las amistades se fueron decantando hasta conformar un selecto grupo de amigos y compañeros de Facultad. Allí conocí a Mauricio V. con quien entablamos una relación sentimental. Es decir, fuimos novios en la Universidad pero después cada uno tomó su camino.»

«Para quienes no conocen el interior de las facultades de Geología, es propicio contarles que las salidas de campo son el pan de cada día. Hay que salir para profundizar en las materias que uno sigue en las aulas. Para esas salidas la Universidad nos prestaba un pequeño bus donde cabíamos unos 30 estudiantes más o menos. Casi en todos los semestres habíamos hecho estas salidas».

«Entre mis profesores había uno especial que era el profesor Jorge Dorado. Un hombre muy entusiasta y que siempre nos inculcó la necesidad de investigar a campo abierto para obtener los mejores resultados profesionales. Nos faltaban pocas semanas para terminar el semestre cuando el profesor Dorado nos habló del tema de las «CALIZAS FOSILÍFERAS» (lodos calcáreos dolomíticos con cambios hacia anhidritas y dolomías). Estas son calizas que se producen en ciertos yacimientos y las que teníamos a mano para hacer una buena investigación de fin de semestre estaban en Payandé, una localidad del  vecino departamento del Tolima».

«Para llegar al sitio propuesto debíamos pasar necesariamente por municipios como Fresno, Mariquita, Armero e Ibagué. Mientras el bus transcurría por intrincadas carreteras algunos hablaban del tema científico y otros aprovechaban para hacer chistes y chanzas entre sí. El grupo estaba compuesto por estudiantes entre los 18 y los 24 años más o menos. Algunos se llamaban por apodos. Me acuerdo mucho de Carlos Eduardo Fuentes, un estudiante que había llegado de La Dorada y al que todos le decían «El Cucaracho». Era chistoso, pero era en el fondo un buen tipo».

El Volcán Nevado del Ruiz

«Yo quiero hacer aquí un alto en lo que le estoy contando y es que mucha gente, quizás por el impacto de la tragedia ha confundido el origen del fenómeno. En el sector existe solamente un volcán que se llama el Volcán Nevado del Ruiz que por capricho de la naturaleza quizás, tiene tres bocas o cráteres que son LA OLLETA, PIRAÑA Y ARENAS.»

«La erupción se produjo por el cráter Arenas y con absoluta certeza le puedo contar que hacia las tres de la tarde o quizás un poco antes, se produjo una gran emisión de cenizas que se esparcieron sobre el municipio de Fálan y toda su parte rural. No se descarta que haya hecho otras pequeñas emisiones anteriores o posteriores casi imperceptibles, que fueron llevadas por el viento a todos los municipios del sector, pero la principal fue a las tres de la tarde».

«El 13 de noviembre fue un día lluvioso. Como nuestro recorrido fue largo, notamos en algunos sectores un torrencial aguacero, en otros una lluvia normal y en algunos tramos no llovía.»

«Eran casi las siete de la noche cuando llegamos a Armero. Estábamos cansados y sofocados por el calor de la zona. El profesor Jorge Dorado advirtiendo el agotamiento de la gente decidió hacer una pausa en el viaje hacia el sector de las calizas fosilíferas y creyó prudente pernoctar en Armero para reiniciar el jueves 14 la correría».

«A esa hora fuimos a un hotel del centro del poblado y diligenciamos el registro para dormir allí.»

«El hotel no era muy grande. Era un edificio de 5 pisos con una terraza que servía de mirador y cuando fui a conocerla al momento de llegar, se veía la panorámica del pueblo y el alumbrado de sus calles, que unidos a la algarabía de un pueblo fiestero presentaban el típico espectáculo de un municipio de «tierra caliente».

«Del grupo de la Universidad hacíamos parte varias jóvenes. A nosotras (Zulma Cristina, Eugenia Amparo y yo), nos asignaron una habitación del primer piso, quizás porque era un poco más fría y ese ambiente nos refrescaba del intenso calor de Armero. Nosotros proveníamos de una ciudad de clima frío como es Manizales y soportar la temperatura ambiente de Armero, no fue nada fácil.»

El Patio De Las Flores

«El tamaño de la habitación estaba ajustado a muestra necesidad y allí nos unimos para descansar. Me llamó la atención una ventana desde la que se podía ver un patio con flores, cuidado con algún esmero como parte decorativa para deleite de los huéspedes del hotel».

«Las flores que no eran muchas, recibían esa noche el agua de la leve llovizna que caía sobre todo el municipio».

«No recuerdo muy bien si ese día alcanzamos a cenar o  no. Pero lo que si recuerdo muy claro es que el cansancio era mayúsculo y nosotras decidimos sin pensarlo dos veces en dormir y recuperar fuerzas para la siguiente jornada».

«De los muchachos, algunos de ellos salieron a caminar por el pueblo para conocer sus costumbres y sus gentes, otros se fueron a descansar y otro grupo se fue a ver el partido de fútbol que transmitía la televisión, porque esa noche se jugaba la final entre los equipos Deportivo Cali y Millonarios».

«A lo lejos se escuchaba la algarabía de los televidentes por las jugadas de los equipos. Me invitaron a ver el partido pero no quise ir porque a mi no me gusta el fútbol. Finalmente me quedé dormida».

«Pero este sueño reparador no duró mucho porque quizás al cabo de una hora nuestros compañeros, aquellos que habían salido a las calles y los que estaban viendo el fútbol por televisión, llegaron para tocar desaforadamente la puerta de nuestra habitación, para notificarnos de la emergencia que estaba comenzando en Armero. Sin pensarlo dos veces nos levantamos porque al decir de ellos corríamos peligro».

«El río Lagunilla se salió de cauce y sus aguas comenzaron a inundar el pueblo».

«Enfrente de nuestra habitación recuerdo a una joven señora,  madre de una criatura de brazos, que cuando comenzaron los gritos de la gente en la calle, sintonizó un radio a gran volumen en los momentos en que un locutor  pedía calma a los ciudadanos. Esa emisora debió ser la Radio Armero, porque las grandes cadenas estaban dedicadas a transmitir fútbol».

«Por instinto de salvación, corrí como pude hasta la terraza del Quinto piso y desde allí me asomé por uno de sus costados para ver qué ocurría en la calle».

«En efecto, las vías comenzaron a llenarse de agua y la gente corría despavorida en medio de la gritería hacia una parte alta del poblado buscando huir de la inminente amenaza».

«Pareciera que ya alguien les había indicado que en caso de una emergencia corrieran hacia la montaña. Yo no conocía Armero y presumo que en esa dirección habría una colina donde sus habitantes buscaban refugio».

«Todos corrían en la misma dirección, salvo algunos que lo hicieron en sentido contrario, quizás en busca de sus amigos y familiares para prevenirlos de la emergencia».

«Recuerdo que en este instante aún había servicio eléctrico y el alumbrado público me permitía ver estas escenas».

«Una gran «bombada» se vino sobre Armero…»

«Nunca había visto semejante cosa. A la terraza subieron otras personas para ver desde allí lo que acontecía en las calles».

«Eran quizás las 11 de la noche y a los lejos se escuchaba un ruido aterrador».

«Hoy después de tantos años y de estudios muy detallados del fenómeno, supe que el ruido provenía del sitio donde se había formado una represa del río Lagunilla, que al reventarse por la sobrecarga de la erupción del volcán, lanzó sobre su cause millones de toneladas de material».

(De acuerdo con algunas consultas, Armero estaba separado del cráter Arenas del Volcán Nevado del Ruiz por una distancia de entre 40 y 45 kilómetros. La gran masa, al reventarse la represa formada por el río Lagunilla en la parte superior, inició su loca carrera a una velocidad promedio de 300 kilómetros por hora arrasando con lo que encontraba. Durante su carrera arrancó árboles, destruyó casas y todo lo que encontró de frente, generando con ello un gran ruido. Como la velocidad de la masa bajaba tan rápido por su peso, desplazó las aguas del río e hizo que este se desbordara en la parte baja, justo sobre Armero. Por eso inicialmente inundó sus calles).

«Ese ruido fue en aumento hasta volverse ensordecedor. No había pasado mucho tiempo cuando vi que sobre nosotros venía una descomunal ola negra. Era lo que llaman una «bombada». Una ola gigante que prácticamente barrió con todo. Una ola que con su paso arrasó con todas las construcciones incluyendo el hotel donde estábamos alojados los estudiantes de la Universidad de Caldas. Después vino un silencio aterrador. Las voces de quienes gritaban en las calles aterrorizados por las aguas del río desbordado fueron acalladas y el servicio eléctrico dejó de funcionar. Todo quedó en silencio y yo en medio de la oscuridad».

«La ola fue tan fuerte y devastadora que destruyó la terraza donde estaba y quedé parada sobre un fragmento de losa de cemento. En principio quedé casi aprisionada contra un tanque del agua que surtía las instalaciones del hotel. Quedé como aprisionada entre una losa y una pared».

«Este es el fin…»

«Cuando logré evadirme de la pared que me oprimía, sentía bajo mis pies la losa en la que había estado parada todo el tiempo. Se desplazaba lentamente con el oleaje que dejaba el fango al acomodarse e iba hacia un rumbo impredecible».

«Mientras trataba de superar el impacto y la agonía propia de un episodio de estas características, pensaba para mis adentros que este era el fin. Estaba segura que el momento de la muerte había llegado. Me hacía una composición de lugar y pensaba en Manizales y cómo habría sido el fin para ellos, para mi familia, para mi mamá y para Mauricio V. mi novio de la Universidad».

«Cuando me acordé de mi mamá y de mi familia lloré muchísimo. No lo voy a negar. Si este era el fin para mi, ¿cómo fue el fin para ellos?».

«Como los estudiantes de Geología no conocíamos un mapa de riesgos, ni teníamos claridad sobre lo que había ocurrido esa noche en Armero, la confusión era peor».

«Toda la madrugada fue así en medio de la soledad y el desconcierto. Mentalmente hacía un recuento de mis compañeros y me acordé mucho de Jaime Guzmán, Conrado Gómez un joven que había llegado a estudiar a Manizales desde el municipio de Supía, Juan José Restrepo, Jorge Iván Orozco, Zulma Cristina Fúquene, Eugenia Amparo, en fin me acordé de todos».

«No hubo un solo momento en que no dejara de pensar cosas terribles,  porque yo estaba segura que este era el fin para todos. Me atormentaba pensar en mi casa y en mi familia, especialmente en mi mamá y cuando llegaba a su recuerdo volvía ese sentimiento y explotaba en llanto».

«Así pasé la madrugada hasta cuando los albores del día jueves 14 comenzaban a mostrar la dimensión real de lo ocurrido. Ese desolador panorama que a cualquier ser humano por duro que este sea, lo hace erizar».

«Aparecí, si así se le puede llamar en un barrio levantado en una pequeña colina, donde el fango causó destrucción de algunas casas nada más. Otras estaban en pie. Era un barrio de calles muy pequeñas».

«No había mucha gente. Muchos de sus habitantes habían huido del sector desde el momento mismo en que se inició el episodio. Pareciera que estaban lo suficientemente instruidos para buscar refugio en puntos más altos ante la emergencia».

«nadie sabía nada…»

«Era evidente que nadie sabía con precisión lo que había ocurrido. Nadie sabía nada y solamente con el paso de las horas y los informes radiales se fue conociendo poco a poco de lo ocurrido».

«No recuerdo haber comido nada desde el día anterior. Parece que la angustia de los momentos vividos y el desconcierto al verme enfrentada a lo inimaginable, me quitaron el  apetito por un buen tiempo».

«En ese pequeño barrio a la primera persona que ví fue a una señora joven con un bebé en sus brazos. La expresión de mi rostro y los ojos enrojecidos por el llanto, delataban las penurias por las que había atravesado desde el mismo momento en que la gran ola negra acabó con las construcciones del centro de Armero».

«¿Por qué llora ?? me preguntó…  Yo ni respondí… No sabía que decir porque estaba desconcertada».

«La señora del bebé insistía en hablar y lo único que se le ocurrió al momento fue hablarme de su desgracia. ¿De qué mas se podía hablar ante un panorama de desgracia como el que estábamos viviendo?»

«A unos 50 metros del sitio donde la encontré y separadas por un  fango cuya profundidad ignorábamos, había una casa destruida. Sus paredes unas contra otras, mostraban el signo inequívoco de la fuerza con que recibieron el impacto de la oleada de fango que la destruyó. Entre dos paredes se podía ver claramente el cadáver de una persona que fue sorprendida y aplastada por ese impacto».

¿La ve?, insistió.

Sí, le respondí.

La mujer del bebé, triste, acongojada y desconcertada  me dijo:

«Esa es mi mamá…».

«Jorge Iván está herido…»

«No recuerdo en qué momento me separé de la señora y caminé un poco por las estrechas calles de ese barrio. Algunos de sus habitantes caminaban sin un rumbo fijo. Muy lejos se escuchaba el ruido de los motores de los helicópteros de salvamento de la Cruz Roja y la Fuerza Aérea y comencé a  abrazar la ilusión de ser embarcada en uno de ellos para regresar a Manizales».

«En ese deambular por las calles en medio de algunas personas que nada sabían de lo ocurrido horas antes, me encontré con algunos compañeros de la facultad. Allí estaban Juan José, Jaime y Conrado. Todos estábamos en igual condición. Embarrados, fatigados por la angustia y casi irreconocibles».

«Y ¿el resto..? Si el grupo lo conformábamos 30 estudiantes, ¿dónde estaba la otra gente? No fue nada fácil para nosotros esa mañana de angustia».

«De un momento a otro, al anochecer del día 14, mientras veíamos a otras personas y escudriñábamos en sus facciones la identidad de nuestros compañeros de facultad, nos encontramos con Jorge Iván Orozco. Sabíamos que era él, no solo por su alta estatura, sino por el atuendo que traía, sabíamos que era de los nuestros».

«Jorge Iván estaba herido. Quizás por acción de la fuerza de la avalancha que arrastró con todo lo que pudo, sufrió una fractura abierta que dejó al descubierto el hueso astillado de una de sus piernas. Se quejaba un poco por el dolor».

«Lo más triste de nuestra historia es que de los 30 que conformábamos el grupo de la Universidad, perdimos a 11 de nuestros compañeros. Fueron 11 geólogos a los que se tragó la tierra».(*)——

(*) Hasta el día de la entrevista, casi 20 años después, nunca se supo de los  geólogos de la Universidad de Caldas. Volvieron? Estaban perdidos? o se lo tragó la tierra.

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