jueves marzo 28 de 2024

La vergüenza del conformismo

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 Por Esteban Jaramillo Osorio

“Hay equipos que por sus triunfos quedan en la historia y otros, por su juego, simplemente en la estadística”.

Que en el fútbol no siempre hay un estrecho vínculo entre el saldo final y el espectáculo, quedó demostrado con el reciente triunfo de Santa Fe. Sus hinchas  vieron el título burbujeante, maravilloso, milagroso, sin manchas ni tramas ocultas, como consecuencia de un remate de campaña indiscutido, pero con tres técnicos de distintos procedimientos a lo largo de la temporada, en medio de la incertidumbre de su rendimiento. Su objetivo  fue ganar y punto, sin importar los caminos elegidos. Queda la duda, que alimenta las discusiones: ¿Fue su triunfo, consecuencia de una superioridad indiscutida?, ¿o fue la falta de calidad de sus rivales?; muchos de ellos sin gasolina en las instancias finales.

 El comercio del resultado, que salta la estética y el buen manejo de la pelota con propuestas intensas y ofensivas, de moda hoy en día, trae consigo  un conformismo descarado.

El mismo que se hizo evidente con la celebración de Nacional de un tercer lugar en el mundial de Japón, donde participó  sin ganar un partido, vencido con amplitud por un rival encasillado con modestia en el puesto 268, en el escalafón de clubes. Juego tenía para hacer un papel más destacado.  Algo tan distinto a su campaña envidiable, líder en todo, sin límites en sus metas suramericanas, al punto de ganar la libertadores y ser finalista en la Suramericana,  instancia a la que renuncioó por grandeza y solidaridad.

Situación parecida enfrentó Colombia este año en los juegos de  clasificación al mundial y en la copa América Centenario. En ambos torneos el gusto al espectáculo fue sacrificado para saborear lánguidas exhibiciones.

No se sabe que es peor, si la observación de un juego que poco encandila, o quienes lo apadrinan subordinados, manipulando con su desvergonzada oratoria a los aficionados. Por  ello no todos los campeones  pertenecen a la historia con reconocimiento eterno. Son tantos los que solo están en la estadística.

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