El mal ejemplo
Es valorado el esfuerzo de Dimayor por frenar los exabruptos de jugadores y árbitros contra el juego limpio. Sin embargo, con sus discursos ambiguos, no parece la FIFA empeñada en lo mismo, tras el caso Messi y su sanción, suspendida con celeridad. No son estos los caminos anunciados para el saneamiento general que tanto se ha publicitado, con el liderazgo del presidente Infantino, en la búsqueda de la confianza perdida en la administración de Blatter. El beneficio sigue siendo para los poderosos, con la justificación del error.
La decisión de levantar de un tajo el castigo al astro argentino, en defensa del espectáculo, pero en detrimento del fútbol como institución, es el segundo de dos fallos consecutivos, en el mismo tema, que no tienen explicación alguna.
La sanción, vista como excesiva por un desborde verbal, sin que existiera expulsión o informe arbitral que la apoyara, y la reducción de la pena a mínimos, que no es un ejemplo para los futbolistas en el mundo.
Sin entrar a discutir la calidad del protagonista de este brumoso episodio, con sus goles y gambetas maravillosas, la ley es una y es para todos, lo que no excluye a futbolistas de rango superior a acatarla, sobre todo si va en perjuicio de la lealtad competitiva y de la sana confrontación.
Esta decisión legitima, indirectamente, las influencias descaradas en la definición de partidos y torneos que semanalmente se aprecian en el fútbol español, por estar allí muchas de las figuras renombradas en el espectáculo.
Esas cosas raras que se ven en el futbol nos llevan a recordar algo ya reconocido en el pasado, cuando se dijo que Argentina y Uruguay convinieron un resultado para eliminar a Colombia y sacarla, por un punto de diferencia, del mundial de Corea.
¿Que pensara hoy Vikonis portero de Millonarios, a quien lo sancionaron de oficio con cuatro fechas, por un video no oficial, que mostró un escupitajo suyo contra un aficionado? En el registro gráfico no se vio al agredido. Son los dobles discursos del fútbol que nos cuesta entender.