Se incendia la casa
Por Esteban Jaramillo Osorio
Desencanto total. Otra vez, como en el lejano pasado, aferrados a la esperanza, a la bendición de Dios, al empuje físico que sustituye el talento, a una ayudita extra que llega de otros partidos, o al milagro inesperado.
Disfrazamos en el saldo numérico las discretas presentaciones. Siempre del tema se habló. Los arrebatos técnicos individuales destrabaron los partidos, a veces en la agonía, para hallar con ello los resultados de la manera menos pensada.
Sufrimos en la cancha, no nos divertimos.
Así ha sido todo el torneo. Venderle el alma al diablo porque importa un comino si jugamos bien o mal. Lo prioritario ha sido ganar y lo demás vale poco. Esa ha sido la predica desde los medios. Se rescata por allá un partido contra Ecuador, cuando el equipo encontró las esencias de su juego. Luego perdimos la brújula, como contra Venezuela, el último clasificado, al que elevamos a los altares como rival peligroso.
Hoy se paga un precio alto, bordeando el abismo, mientras el entrenador expone su frondoso manual de justificaciones y los futbolistas piden con urgencias la unidad del grupo. ¿Acaso nunca la tuvieron?
No hay como explicar la falta de ensamblaje después de tantas batallas; o el fútbol plano, sin sorpresas, pausado; los relevos inoportunos, el desplazamiento a la reserva de jugadores clave, la confusión a la hora de entender el tramite y la estrategia de los horarios, que parece nacida del capricho de los dirigidos.
A un partido de cierre, vivimos un estado de nerviosismo casi paranoíco, haciendo todo tipo de especulaciones que pasan, en segundos, del descalabro al éxito. Asustados, prevenidos, críticos desaforados, u optimistas sin convicciones.
Queda claro que con las perspectivas de la ultima fecha, ningún triunfo es tardío y que Colombia depende de si misma. Pero tantas cosas tienen que cambiar. El juego de cierre no será tarea fácil, pero no hay misiones imposibles, como se demostró en el 5-0 ante argentina en la antesala del mundial de USA.Pero, !ojo!: No son de palo los peruanos.