martes marzo 26 de 2024

La reforma pensional, ¿dará en el blanco?

01 abril, 2023 Opinión Juan Manuel Ospina

Juan Manuel Ospina

La lógica de un sistema de pensiones es ahorrar una parte del ingreso obtenido durante la época económicamente productiva, para enfrentar luego los tiempos sin trabajo ni ingreso, como jubilado o pensionado. De ahí, una primera y obvia conclusión: necesito haber trabajado para construir la pensión. Y una primera dificultad, gente con trabajo durante su vida productiva y con un ingreso que le dé para más que subsistir, no son tantos como para garantizarle una base sólida al sistema: la informalidad, el rebusque y el desempleo es la suerte que, mal contada, enfrentan las dos terceras partes de nuestra fuerza de trabajo, que le cierran las puertas, entre otras, a la ansiada jubilación quedando a merced de la suerte y de «la generosidad estatal», después de haberla luchado por treinta o más años; compatriotas que en ese trance de la vida no cuentan ni con sus ahorros ni con las cotizaciones del patrón que nunca tuvieron.

La otra cara de las pensiones es que configuran el mecanismo más fuerte y democrático para generar y canalizar parte significativa económica y socialmente, del ahorro de la nación. Desde esta perspectiva, los colombianos somos ahorradores, es decir, generadores del recurso que constituye la savia del organismo económico.

Los recursos de las pensiones tienen como destinación final ser desembolsados progresivamente en las mesadas pensionales; mientras tanto es ahorro disponible. Durante más de un cuarto de siglo, fueron valiosos recursos a disposición solo del Estado a través del viejo Instituto de los Seguros Sociales, donde compartían techo con el sistema público de salud. Sumido en escándalos, desfinanciaciones y unos déficits que crecían en proporción geométrica, lo encontró un tsunami desestatizador y privatizador, desatado por la dictadura de Pinochet en Chile, que le abrió el camino a la presencia y acción de empresas y capital privado en los territorios otrora sagrados y estatales de la salud y la seguridad social. Hoy el gobierno Petro quisiera regresar a los viejos tiempos estatistas; pero la historia no suele tener reversa y no siempre «todo tiempo pasado fue mejor».

Lo actual como está debe cambiar, pero la solución no es un simple reversazo. La mejor solución es consolidar una tercera vía que sintetice las dos alternativas, ni puramente privada ni estatal y para ello se requiere desarrollar el espíritu de nuestra olvidada Constitución: desestatizar políticas públicas para permitirle a la acción privada cumplir o complementar tareas tradicionalmente a cargo del Estado, eso sí, sometidas a su reglamentación y supervisión. Es en ciertos casos, la desestatización de lo público.

En ese punto medular, el proyecto de ley está bien orientado hacia la consolidación de un esquema de pilares, donde el contributivo general es para todos los trabajadores y empleados, a los que se les reconocería una suma básica fija – el proyecto establece hasta tres salarios mínimos -. Lo constituye un fondo alimentado obligatoriamente por los trabajadores y empleados con un porcentaje establecido de sus ingresos, un ahorro forzoso, y por la contribución patronal. Por esta vía, los trabajadores de hoy financian el pago de la pensión de los trabajadores de ayer, que son los pensionados de hoy. Al que le falte cotización y haya cumplido los tiempos y edad para pensionarse, el Estado le cubre la diferencia. Sería administrado por Colpensiones.

De otra parte, la masa de ahorro lograda debe invertirse de manera tal que se establezca el punto de equilibrio entre la rentabilidad y el riesgo, el rompecabezas de todo análisis financiero. Para ello sería interesante analizar la propuesta de Santiago Montenegro, presidente de Asofondos, de que el gobierno (¿Colpensiones?) constituya administradoras públicas de esos recursos, que es ahorro ciudadano necesario para financiar la economía y con sus réditos acrecentar su volumen; ahí se materializa un ahorro nacional y ciudadano que hace años es el gran ausente en el escenario económico del país. No es posible una economía nacional fuerte fundamentada principalmente en crédito e inversión extranjera directa. Finalmente, el sistema comprende un segundo pilar para que que quien quiera y pueda aspirar a tener un ingreso pensional mayor, lo logre mediante un ahorro voluntario complementario a través de una administradora de pensiones privada, como existe actualmente.

Hay muchos puntos para precisar en el proyecto que ameritan ser discutidos con realismo y cabeza fría. El camino desbrozado es importante y en el tiempo daría respuesta a una falencia social y de equidad, garantizar un retiro laboral digno a la vez y suministrarle a nuestro precario desarrollo económico, el oxígeno del ahorro que tanta falta le hace; eso sí, un ahorro que no puede acabar financiando gasto público, cualquiera este sea.

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