Puentes: Una historia
Recuerdo que el puente colgante se tambaleaba. No era un movimiento brusco, pero se movía muy fuerte. Daba la sensación de que cualquiera podía caerse y llegar a ese río angosto, de agua cristalina, con caudal suficiente para recibirnos como un colchón. No era fácil atravesarlo. Cada pisada nuestra hacía que el puente actuara como un péndulo.