Sin los libros hubiera perdido una de las fuentes de felicidad que tienen los seres humanos: Azriel Bibliowicz
Por: Jorge Consuegra
(Libros y Letras)
Azriel Bibliowicz es sencillamente un ser excepcional. Jamás se le ve de mal genio, siempre tiene una sonrisa para todos, carga libros y los mima como sus mejores amigos, le dedica todo el tiempo a sus cómplices del alma y sus alumnos son unos verdaderos compinches inseparables.
Su mundo no lo concibe sin tener libros siempre a su alrededor…
– ¿Qué hubiera sido su mundo sin los libros?
– ubiera perdido una de las fuentes de felicidad que tienen los seres humanos. Los libros me han abierto mundos. He viajado a través de los libros, me he reído y llorado con ellos, me han hecho soñar despierto. Además, cuando se está solo, son una gran compañía. Si no fuera por los libros probablemente no hubiese podido aguantar una sala de espera en un consultorio o un aeropuerto. Es gracias a los libros que estas circunstancias tan aburridas y anodinas se me han vuelven hasta gratas y llevaderas. Abrir un libro es comenzar a dialogar con autores que han reflexionado y estudiado con cuidado los temas que van a tratar. Es un privilegio poder compartir sus experiencias, experiencias ya destiladas, y expuestas con las palabras precisas. Han sido el alimento del alma.
– ¿Qué novela por gusto o terquedad ha leído dos y tres veces?
– Habiendo trabajado toda una vida como profesor universitario y después de dictar por años cursos sobre obras clásicas de Cervantes, Shakespeare, Homero, Virgilio y James Joyce, para mencionar sólo algunos autores, es apenas lógico que he tenido que regresar a las grandes obras de la literatura muchas veces. Por ello, me atrevo a afirmar sin duda, que el gran placer de la lectura, no radica en la lectura sino en la relectura, donde uno se deleita con los detalles, los saborea a fondo, que no se logran percibir de la misma manera en la primera lectura. Releer es el gran placer, pero claro, para releer hay que haber leído antes. Y los libros en nuestras memorias son como capullos en flor que de pronto vuelven a abrirse y dejarnos percibir su aroma. Pero este florecer en la memoria por lo general se da en las obras que hemos leído muchas veces.
– ¿Se inclina más por la literatura latinoamericana o por la universal?
– Para decir verdad me inclino por la buena literatura. No soy chauvinista con la literatura. Los nacionalismos en este caso y en casi todos, resultan socarrones. Hay buena literatura y hay literatura ligera, de ocasión, que en verdad, no me interesa tanto. No importa de dónde viene la literatura con tal de que sea buena. Gustave Flaubert es un gran autor y no importa si es francés, como tampoco me importa si Yashunari Kawabata es japonés, o Samuel Beckett irlandés. Son grandes escritores y eso me basta. Hay escritores latinoamericanos que disfruto y hay grandes escritores universales que no me llaman la atención. La literatura se divide en buena o ligera, de acuerdo con los gustos, conocimientos e intereses de cada uno. Lo demás es irrelevante.
– ¿Qué hace falta para que en Colombia consolidemos realmente el hábito de la lectura?
– Es una pregunta difícil que tiene que está relacionado con el sistema educativo que tenemos, en donde los profesores desde temprana edad no saben llevar a los niños a los libros, ni despertar su curiosidad. Aprender a leer es aprender a soñar. Si uno ve a un niño de 5 años aprendiendo a leer, parece fascinado por el proceso de unir las letras y encontrar las palabras. Se le abre un mundo. Y sin embargo, esa fascinación se pierde cuando ya tiene 8 o 9 años. ¿Qué ha pasado? Pues, el sistema educativo ha transformado la lectura en odiosa y tediosa. No nos digamos mentiras. Si los profesores de las escuelas y colegios no leen, ni son lectores, como esperamos que el niño lea. Si en la casa no ven a sus padres leyendo, aun cuando sea el periódico, como esperamos que el niño lea. Se aprende por imitación y en este país la gran mayoría de la gente no ha descubierto el placer de la lectura. Pero el placer de la lectura es como el placer de catar un buen vino o disfrutar un queso maduro. No se logra de la noche a la mañana. Hay que cultivar el gusto y asi como se educa el paladar (que lamentablemente se acostumbra rápidamente a la comida chatarra) lo mismo sucede con el gusto por la lectura. No es fácil porque la lectura no es pasiva ni se consume de manera instantánea como la televisión o los medios. Para sentir el placer de la lectura hay que cultivarla y trabajarla hasta que de pronto se despierta la curiosidad que lo lleva a uno a hacer preguntas y a buscar historias y elementos que necesariamente desembocan en los libros. Si se le dice a los adolescentes que las Mil y Una Noche es una historia llena de sexo y placer, de pronto buscarían la obra y estoy seguro que la leerían.Y no se imaginan el mundo fascinante que descubrirían.
– ¿Se angustia saber que llegara el día en que nos gane el libro digital?
– La verdad: no. Yo soy anticuado y por lo tanto me gusta el formato del codex, el libro tradicional. Sin embargo, tampoco soy un ludita y no estoy dispuesto a romper cada máquina que surge. Es un nuevo formato. Y vuelve más económicos los libros, en un país como Colombia que son costosísimos y de difícil acceso. No sé qué va a pasar con los autores, pero confiemos que también los libros circulen más y los derechos de autor también se respeten. El libro electrónico tiene par a mí sus inconvenientes, pero son resquemores personal. Por ejemplo, me encanta que los autores que conozco me firmen sus libros. No me imagino como van a firmarme su libro en un Kindle. Con toda tecnología siempre se pierde y se gana. Pero, también sé que para la gente que tiene problemas de visión, el poder leer y aumentar el tamaño de la letra, resulta fundamental.
– Ver una nueva edición de El Rumor del Astracán”, es más que una satisfacción…
– Para uno como autor siempre será grato ver que una de sus obras no quiere dormir la siesta de los justos. El sigue caminando tan campante. Durante años recibía mes tras mes correos de gente preguntándome porque no se conseguía el libro en las librerías, que querían leerlo. Es una novela que anido en la memoria de los lectores. Le estoy muy agradecido a Esteban Hincapié y a la Corporación Babilonia que hayan vuelto a editar esta novela después de 22 años. Fue una de las primeras novelas sobre inmigración en Colombia y además una novela cuyas atmósferas reconstruye la Bogotá de los años treinta y Ruth su protagonista es una mujer moderna que lucha por romper los lazos que la tradición y la cultura de su época han intentado forjar su destino.
– ¿Qué finales de novela le gustan?
– Diría que los sorprendentes e inolvidables. Cien años de Soledad, por ejemplo tiene un final maravilloso e inolvidable. Creo que los finales inolvidables son los mejores. Ahora bien, hay finales tiernos como el de Ulises de James Joyce, donde la palabra Si, marca la afirmación y el optimismo por recuperar una relación en conflicto. Y sin embargo, es un final también lleno de preguntas más que de respuestas. La literatura contemporánea, quizás más que proveer de certezas nos llena de incertidumbres y preguntas y creo que esos finales abiertos logran que el lector participe del final. Cada lector puede tener su final.
– En pocas palabras ¿Cuál es el tema central de la novela Migas de Pan?
– Confieso que no me gusta resumir las novelas porque se empobrecen. Sin embargo, creo que la contracarátula que escribió la editora Carolina López de Alfaguara hizo un buen trabajo. La resumió así: Josué un sobreviviente del Holocausto, es secuestrado en Colombia muchos años después, cuando creía que vivir más horror era imposible. Su hijo Samuel, un médico que vive en Nueva York, debe regresar al país para estar frente de las negociaciones del rescate. Mientras hace conjeturas sobre la suerte y liberación del padre, recorre el espacio más revelador de la casa familiar: un “gabinete de maravillas” que Josué ha construido con la firme intención de demostrar que la humanidad a pesar de sí misma, ha dejado un importante legado que merece ser recobrado. Esta novela nos muestra como siempre hay maneras para reivindicar la vida hasta en las situaciones más sombrías.
– ¿Hay otra novela lista para publicar?
– No. Yo trabajo lento, y trato que mis obras sean el producto de una investigación cuidadosa sobre los temas que me interesa, pero confío que dentro de un par de años pueda salir con otra novela sobre Bogotá. Esta es una ciudad que crece de manera desordenada y la manejan urbanizadores que se consideran “prohombres” pero que se roban los parques de la ciudad y cambian las leyes de acuerdo con sus intereses y conveniencia. Hay que tener en cuenta que el 52% de Bogotá se urbanizó a través de urbanizadores piratas, y que en esta ciudad había 500.000 hectáreas de humedales y ahora solo quedan 500. La administración pública se acostumbró a ver como se vendían lotes de manera indolente sin servicios de agua, alcantarillado o luz.