viernes noviembre 8 de 2024

El tiro por la culata

16 diciembre, 2013 Opinión

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Por: Ricardo Galán

Desde el comienzo de su mandato el alcalde de Bogotá, Gustavo Petro ha sido sometido a una feroz campaña de matoneo desde casi todos los centros de poder.

A la gavilla se han sumado entidades gubernamentales del orden nacional, organismos de control nacionales y distritales. El congreso y el concejo. Una parte del aparato judicial, grandes medios de comunicación y periodistas influyentes.

Hay que decir también que el mismo Petro y su gabinete le han sumado enemigos a la causa con esa actitud sobradora y prepotente con la que enfrenta los debates, la dificultad para reconocer que se equivoca y una evidente falta de claridad y consistencia para comunicar y defender sus grandes decisiones. El gobierno Petro no sabe escuchar.

Sin olvidar, claro está, que Gustavo Petro ha retado de frente a familias muy poderosas, gremios, grupos empresariales y castas políticas acostumbradas a mangonear con Bogotá.

A Petro no le perdonan haberse atravesado a que el agua de la ciudad vaya a parar a las fincas de recreo de los ricos. Que le haya exigido a los todopoderosos constructores destinar unos metros cuadrados de sus proyectos para construir vías de acceso y parqueaderos y evitar que las vías públicas se paralicen. O que haya intentado prohibir la venta de licor y cerveza en las tiendas de barrio a ver si nuestros jóvenes dejan de matarse a cuchillo o corriendo borrachos en motocicleta.

Por supuesto no le perdonan que se haya metido en el multimillonario negocio de la basura. Que haya obligado a los consorcios a recoger toda la basura y no sólo la que les parece rentable. Que cobren una sola vez y no varias como lo venían haciendo y que compartan esos miles de millones de pesos que les genera el reciclaje con humildes familias que derivan su sustento de esa actividad.

No recuerdo, en casi 30 años que llevo cubriendo como periodista la actividad de Bogotá a un gobierno al que hayan atacado tanto y desde tan distintos frentes. Con la saña y obsesión como atacan al gobierno de la Bogotá Humana. Un periodista inicia su noticiero todos los días con un editorial en contra de Petro porque si o porque no. A veces sus comentarios rayan en el insulto. Un Representante a la Cámara tiene como única tarea tumbar a Petro. Como si la ciudad no tuviera más temas. Otros problemas.

No recuerdo que tantas entidades de control y vigilancia como superintendencias y las comisiones de regulación, la Personería y la Contraloría distritales; la Procuraduría, la Contraloría y la Fiscalía hayan abierto y concluido tantas investigaciones contra funcionarios del Distrito Capital. A Petro ya le han tumbado a varios de sus principales escuderos. Algunos con razón, otros sin ella.

Si esos organismos hubieran actuado con la misma “efectividad” en administraciones anteriores quizá nos hubiéramos ahorrado el fraude con las losas del Transmilenio, viaductos que no llevan a ninguna parte, colegios sin niños y niños sin colegio. Quizá, sólo quizá, los Moreno y su carrusel de la contratación no se hubieran salido con la suya.

La explicación a semejante acoso está en que los dueños del poder consideraron que si Gustavo Petro hacía un buen gobierno se convertiría en un candidato presidencial con opción real. Una seria amenaza a sus intereses. Hay quienes lo señalan como la piedra angular del chavismo en Colombia.

Cierta o no esa motivación. El asedio ha sido tan desproporcionado que la gente ya se dio cuenta y el pueblo, cuando huele que hay una gavilla del tipo “todos contra…”, suele ponerse del lado de la víctima, más allá de quien tenga la razón.

La decisión del Procurador de destituir a Gustavo Petro e inhabilitarlo casi de por vida para ejercer funciones públicas es injusta, desproporcionada e inoportuna. Tanto que logró que los bogotanos se solidarizarán con su alcalde. Según la última encuesta el 76% de los bogotanos está en desacuerdo con su destitución. Miles de seguidores llenaron la Plaza de Bolívar todas las noches durante una semana para rechazar al Procurador y apoyar al alcalde. Personas influyentes que no votaron por él o habían sido criticas de su gobierno ahora lo apoyan públicamente.

La movilización popular ha sido tan fuerte que medios internacionales influyentes como BBC, CNN, The Economist y el NY Times le han dedicado espacio dándole a Petro la oportunidad, que no le dan los medios colombianos, de explicar en qué anda su gobierno y el por qué de la persecución en su contra. En redes sociales y medios alternativos, Petro es el rey.

La decisión del procurador, Alejandro Ordóñez sacó al alcalde de su frio despacho del Palacio Liévano a la plaza pública. Lo puso en un terreno en el que Petro se desenvuelve como pez en el agua. Y con un bono adicional. Hoy a nadie le importa si su gobierno ha sido bueno, regular o malo. Defender al alcalde es la consigna. Como hubiera comentado mamá Zoila, “Ay mijo, a esos señores se les salió el tiro por la culata”.

Que el Procurador cambie su decisión es casi imposible. Alejandro Ordóñez es fanático y fundamentalista. Está convencido de que echando a Petro ataja al comunismo. Que el presidente Juan Manuel Santos desacate la orden del Procurador es poco probable a menos que sienta que destituir a Petro le puede costar su reelección.

Así las cosas dentro de poco estaremos presenciando la posesión de un alcalde de Bogotá interino para que gobierne unas cuantas semanas, mientras elegimos a uno nuevo para que gobierne poco más de un año. Tres alcaldes en los próximos dos años. Bogotá entró en interinidad.

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