miércoles marzo 27 de 2024

La esclava blanca

Eligio-Palacio

Por Eligio Palacio Roldán

Quizás desde Los Pecados de Inés de Hinojosa o, tal vez, Revivamos Nuestra Historia, no percibía un derroche tan grande en locaciones, escenografía, talento actoral, vestuario, fotografía, calidad de libretos y música como en la serie de Caracol Televisión, la Esclava Blanca.

Bueno, la verdad, nunca había visto algo semejante en la televisión colombiana porque en las épocas de las producciones, a que hago referencia, no existía la tecnología de hoy. Impresionantes las imágenes tomadas desde los drones, impactantes los efectos especiales, el maquillaje.

Para que una novela sea exitosa, ante todo, debe ser creíble, lograr identificación con algunos de sus personajes y enganchar a los televidentes en la historia que se pretende contar. La historia debe ser percibida como real a pesar de los elementos de fantasía, necesarios en toda obra de ficción.

Aunque La Esclava Blanca es una adaptación de una teleserie española, La Plantación, original de Eduardo Galdo – María Helena Porta, la versión colombiana es tan cercana al televidente que muchos piensan que es extractada de la historia de nuestro país. Contribuyen a ello la excelente adaptación a manos de Claudia Sánchez, Juliana Barrera, Said Chamie y Andrés Burgos y obviamente las locaciones, la escenografía, el vestuario y la utilería milimétricamente cuidados para transportar a los televidentes a la Colombia de primera mitad del siglo XIX.

Las actuaciones y sus personajes no son ni un disfraz ni una caricatura. Son seres de carne y hueso: Blancos, negros, mestizos, bonitos, feos que no están disfrazados; hombres y mujeres que gozan, sufren, que alguna vez traicionaron, engañaron, rieron, lloraron: son gentes de carne y hueso. El casting fue ajustado a la historia. Por primera vez en nuestra televisión tantos personajes de raza negra tienen papeles protagónicos.

Capítulo aparte merece la música, del talentoso compositor caleño Alejandro Ramírez Rojas, pensada para cada escena y las escenas que van más allá de las palabras con un excelente contenido visual y un manejo de cámaras muy cercano al cine. Maravillosa la fotografía que destaca nuestras bellezas naturales.

Las historias de amor entre negros y blancos, tabú todavía a pesar de correr el siglo XXI, siempre serán atractivas y más si se entrelazan con la diferencia de clases y más aún con la esclavitud. También, la presencia de mujeres luchadoras, mujeres que batallan por su amor, por sus sueños a pesar del sufrimiento. Atrás quedaron las heroínas que lloraban y lloraban, que se resignaban.

La multiplicidad de historias que se entrecruzan para tejer una novela consistente es uno de los atractivos más importantes de la serie. Hay personajes con los matices de cada una de las personalidades humanas, que van desde la bondad absoluta de Gabriel Márquez (Andrés Parra), Tomás (Modesto Lacen) e Isabelita Parreño (Cristina García) hasta la maldad diabólica del Capitán Francisco Ganados (Andrés Suárez), Enrique Morales (Ricardo Vesga), Adela (Norma Martínez) y Nicolás Parreño (Miguel de Miguel). Estas personalidades son explotadas de tal manera por libretistas, directores y actores que en ocasiones transportan al espectador a lo mejor de las obras de Wiliiam Shakespeare.

Gracias a la apuesta de Caracol, bajo la dirección de Liliana Bocanegra y Mateo Stilvelberg, tenemos una producción en la televisión colombiana motivo de orgullo ante el mundo. Ojalá se siga apostando a este tipo de propuestas y nos alejemos de las telenovelas prefabricadas que han hecho huir a los televidentes colombianos, hacia otras posibilidades de entretenimiento.

Con la Esclava Blanca la televisión nacional hace homenaje a las obras maestras del género como La Mala Hora, La María, Gracias por el Fuego, La Casa de las Dos Palmas, La Saga Negocio de Familia, entre otras, y a obras maestras de la televisión internacional como Xica da Silva, la novela brasileña de referencia, para el mundo, en el tema de la esclavitud.

Antes del fin

Muchos se quejan de la violencia de La Esclava Blanca. A los colombianos les molesta la violencia que se muestra en la ficción, pero consumen con avidez la sangre que escurren publicaciones como Q´hubo, Minuto30.com y los noticieros de televisión, todos los días.

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