De desarmes y conflictos
Por Augusto León Restrepo.
A mí si me da mucha pena que la dejación de armas por parte de las Farc y consiguiente entrega de ellas a la ONU no convoque mayores emociones entre los colombianos, que a partir del próximo martes 20 de junio podrán inscribir en el libro de la historia que un grupo que estuvo en armas durante 52 años va a adelantar sus reclamos políticos y sociales sin armamentos homicidas, que tantas desgracias y horrendos episodios ocasionaron en el mas largo conflicto armado del continente americano. Es el triunfo de La Vida dicho de manera escueta pero contundente. Y el resultado de un proceso que ha permitido que por lo menos en 2.500 hogares de compatriotas, las lágrimas y la desolación no los estén arrasando. Cuando se presentaron las conversaciones con los bandidos de las Autodefensas, estuvimos de acuerdo con ellas, pese a que su representatividad política era ninguna y que su accionar no iba dirigido para acabar con el Estado si no para refundarlo, como lo intentaron hacer con la complicidad de una parte perversa de las Fuerzas Armadas y de finqueros y terratenientes desplazadores y narcotraficantes, y políticos que medraron en sus resultados electorales a la sombra de los criminales mas encarnizados y aviesos.
Como lo hicieron también otros bajo el paraguas de las Farc, de igual manera atilas asoladores de los campos y de las ruralías, de indefensas poblaciones, que bajo el pretexto de ideologías reivindicadoras sembraron de sangre la martirizada geografía colombiana. De malas nuestras gentes que durante largos años vieron como se establecían poderes paraestatales ante la impotencia de las Fuerzas legítimas y de los gobiernos que fueron incapaces de derrotarlos por las vías disuasivas de las armas legítimas en manos de nuestro ejército y nuestra Policía. La Muerte se pavoneó triunfal, lo que nos obligó a pedir acuerdos con los subversivos y los paramilitares, que se cansaron de la guerra y se sentaron con las autoridades para buscar fórmulas que terminaran con los conflictos armados. En aras del valor sagrado de La Vida, aquí escribimos mas de una vez que si para salvar una sola era necesario hablar con el mismo Satanás, había que hacerlo.
No es para mirar con el espejo retrovisor que se utiliza para justificar ineficacias presentes, pero con el paramilitarismo y sus pérfidos dirigentes, cuya presencia física «honró» al Congreso Nacional, con el proceso de su desarme, hubo complacencia y mangas anchas, a pesar de sus artesanales mecanismos. Así lo recordó el Padre Francisco de Roux, en su artículo semanal de El Tiempo, para cotejarlo con las reacciones que con argumentos simplistas algunas periodistas y miembros de la oposición quieren demeritar el desarme de las Farc con intervención de la ONU. «Hace diez años, esta misma oposición desde el Gobierno hizo la paz con los paramilitares, muchos de ellos narcotraficantes que habían creado frentes de autodefensas o comprado franquicias antiguerrilleras provenientes de las Convivir….Sin embargo, esta se dio. Y llevó a la amnistía y la aceptación y sometimiento a la justicia especial…No obstante, la paz con los paramilitares fue respetada por las distintas ramas del Estado. Hubo críticas de sectores políticos y de ONG, y un ajuste de la Corte Constitucional, pero nadie hizo una campaña política para hacer trizas esa paz». Flaca memoria la de los colombianos. Y que lamentable es su bilateralidad.
Aun cuando sigo en la creencia de que las mayorías están con el desarme de las armas y de las almas. Comparto su llamado Padre Francisco: «Ante la entrega de armas de las Farc, continuar la destrucción de la confianza es hacerle un mal inmenso al pueblo adolorido y confundido. Este es el momento de la esperanza magnánima y crítica. Para emprender en democracia y definitivamente sin armas, en controversia política, la construcción de la paz».