Las vacas, las nuevas víctimas de la polarización
Estamos inmersos en un nuevo capítulo de la interminable zaga de la patria boba, ahora por cuenta de la estéril disputa entre Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe, en la cual se han valido todos los golpes, mentiras incluidas, y se ataca a todo lo que tenga tufillo del otro; hay olor de azufre en el ambiente.
Ahora les tocó el turno a las vacas, con ocasión del imperdonable descuido gubernamental con la campaña contra la aftosa, una enfermedad veterinaria con efectos similares a los que antaño tenía la lepra de los humanos, declaración de cuarentena y prohibición para desplazarse; en el caso de las vacas ello significa el cierre de las exportaciones de ganado en pie y de carne en canal. Todo por cuenta de peleas personales donde la soberbia y un sectarismo hirsuto amenazan una tarea que gobierno y ganaderos durante más de medio siglo han adelantado de manera organizada, sistemática y efectiva, con un costo de millones de pesos, y que le permitió a Colombia ser finalmente un discreto exportador legal.
Está en vilo una política crucial para la ganadería nacional conformada, en contra de la visión predominante, por una mayoría de pequeños y medianos ganaderos, la cual al igual que la economía nacional sufriría con ello un golpe contundente, máxime en estos momentos de feroz competencia internacional, en un país urgido de divisas. Todo por causa de una pelea con indudable contenido económico y político, por el manejo del fondo parafiscal de la ganadería nacional hasta fecha reciente a cargo de Fedegan, con cuyos recursos se adelanta un programa que es costoso y ha sido exitoso.
En la presidencia del tradicional gremio de los ganaderos ha estado José Félix Lafaurie durante más de una década, una persona que como pocas conoce las realidades y posibilidades de nuestra ganadería, con una visión moderna de una actividad radicalmente tradicional. El pecado de José Félix no es de tipo técnico ni administrativo, es político porque en su cargo no solo ha defendido al gremio como es su responsabilidad, y lo ha hecho de frente y no a medias tintas con argumentos claros, aunque muchos no se compartan, sino que, y ahí está el pecado que ahora le cobran, se ha desdoblado en fervoroso soldado de la causa uribista y en crítico implacable de la política de paz del Presidente Santos, convirtiéndolo en objetivo político del antiuribismo en el poder.
No sé si los cargos que le formula el gobierno a Lafaurie sean ciertos, pero lo que si tengo claro es que las vacas ahí no tienen ninguna responsabilidad y sin embargo arriesgan convertirse en sus primeras víctimas. Los siete años del actual gobierno se han ido en tratar infructuosamente de sacar a José Félix del cargo, comportamiento gubernamental que lo enfrenta hoy con la gigantesca responsabilidad de haber desatado una crisis cuya solución se aplaza de mes en mes, mientras que está en riesgo el futuro ganadero del país. Le ha dado un manejo torpe y engreído a un problema que creó, sin beneficio alguno, pero si propiciando las condiciones para causar un gran perjuicio.
Lo anterior es una muestra contundente de cómo la ciega polarización vigente, solo trae perjuicios, empezando por la imposibilidad de analizar y resolver los problemas de manera serena. Por esa vía se puede terminar acabando hasta con «el nido de la perra», como dice la sabiduría popular. Una polarización estéril cuyos efectos por el momento les han llegado a las vacas que poco entienden de política y menos de politiquería.