miércoles marzo 27 de 2024

Los sueños… Sueños son

Por Augusto León Restrepo

A lo largo del recorrido de Gustavo Petro y su familia presidencial, entre la sede del Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia y la Plaza d Bolívar, donde se efectuaron los actos protocolarios de su posesión como Presidente, el número 42 en la galería de primeros mandatarios, los vítores a lado y lado impresionaron a la comitiva. Y cuando llegó a la esquina de la catedral, los vítores se convirtieron en manifestación popular emocionada. Al coro de Petro, Petro, entonado por unas quince mil almas, según estadísticas oficiales, se dirigió a saludar al ciudadano senador Roy Barrera, encargado de juramentarlo, quien procedió a instalar la sesión formal y pública del Congreso, en su calidad de primer dignatario del cuerpo democrático.

La fiesta popular empezó hacia la mitad de la mañana de este siete de agosto, cuando en varias tarimas levantadas en calles y parques numerosos artistas ofrecían bailes y conciertos. Y comparsas de Pasto y Barranquilla, le daban toque carnavalesco a la efeméride. Fue un derroche de folclor y de nacionalismo, sin antecedentes en eventos similares, hay que reconocerlo. La voz de la soprano oriunda de Buenaventura, Betty Garcés, enmarcada por los instrumentos de una orquesta sinfónica integrada por más de doscientos músicos, provenientes algunos de orquestas de provincia, interpretó el himno nacional de Rafael Núñez, letra, y de Orestes Sindici, música. Ni una sola nota del nuevo, étnico, diverso e incluyente que están proponiendo para reemplazarlo. Y llegó el juramento y comenzaron los sendos discursos esperados.

Que pena con ustedes, pero voy a salir del paso, en lo referente a lo perorado por Petro y Barreras, no con una opinión personal, sino más bien con las frases de un par de columnistas ambos de El Tiempo, el poeta Eduardo Escobar y Vladimir Flórez, el caricaturista Vladdo,  quienes expresaron en sus escritos: «El discurso de posesión de Gustavo Petro fue brillante y conmovedor…estuvo lleno de nobleza y espíritu de generosidad, contra el divisionismo que puso al país al borde de la postración en la anarquía hace un año no más, y que lo mantiene al borde del abismo hace doscientos, según los cagalástimas.

La idea de la unión era una aspiración de Bolívar. Como será de vieja». escribió Eduardo. Vladdo, refiriéndose a la oratoria de Roy Barreras expuso que, en comparación con el discurso de Ernesto Macías hace cuatro años, cuando posesionó al expresidente Duque Márquez, el de Roy, aunque vehemente en algunos pasajes, fue una oda a la alegría. Poeta que es uno, diría Roy.

Los discursos fueron lo de menos, por el momento. Ya nos ocuparemos de sus ilusorias fórmulas para que se instale la sabrosura entre todos los colombianos, colombianas y colombianes. Los protagonistas principales fueron para mí, la espada de Bolívar, una de las espadas, que esgrimió el Libertador para darle origen a esta simpática y divertida democracia que disfrutamos en esta tierra bendecida, y la arrobadora presencia de la que es hoy primera dama de la nación, doña Verónica del Socorro Alcocer García.

De la espada, según se supo, no tenía idea el Dr. Petro de que reposara en el Palacio Presidencial, hasta que Iván Duque lo recibió en visita inicial de cortesía, dos o tres días después del triunfo electoral de aquel. La tal espada fue sustraída o robada de la Quinta de Bolívar hace 48 años, el 17 de enero de 1974, en una incursión armada, de carácter simbólico y político, por parte del movimiento subversivo y amnistiado M19.  Hasta 1980 fue escondida en diversos sitios, entre otros, las residencias de los poetas ya fallecidos, León de Greiff y Luis Vidales, para no despertar sospechas, por tratarse de inofensivos liridas. Pero los sabuesos oficiales se la olieron, y los del M19 también, y estos optaron por sacarla del país en 1980, en el equipaje diplomático de un embajador de Cuba. Cuando los del M19 presidieron con Navarro Wolff, el conservador Gómez Hurtado y el liberal Horacio Serpa la Constituyente de 1991, reintegrándose así a la legalidad política, prometieron devolverla, la repatriaron de Cuba y la entregaron al gobierno de turno, que la depositó en una bóveda del Banco de la República.

De allí la sacaron para entronizarla en la Casa de Nariño, de donde la pidieron prestada para lucirla como símbolo de triunfo y reivindicación, por los organizadores de la fiesta presidencial petrista, con la negativa a última hora por parte del presidente Duque de entregarla y la orden perentoria del juramentado nuevo presidente de que se trajera, con el desarrollo de las circunstancias por todos conocido.

Mientras se cumplían las órdenes del recién jefe de las Fuerzas Armadas, se declaró un intermedio amenizado por las seductoras notas de unas piezas interpretadas por nuestra pianista mayor Teresita Gómez. El Presidente de Argentina y yo, fuimos dominados por un profundo sueño. Yo no sé si Alberto Fernández tuvo sueños. Yo sí. Como les parece que soñé, como en una novela de terror, que la perentoria orden dada por Petro, de sacar la espada de Bolívar del palacio presidencial, había sido incumplida por un general arrecho y afecto al viejo régimen y que se había armado otro veinte de julio y que todo el mundo había salido en desbandada al primer zafarrancho y que tarimas, instrumentos musicales, banderas, flores, sillas y toldos habían salido por el aire y que la vicepresidenta se había quedado sin posesionar y que en las calles todo era confusión y caos, pero sin muertos ni heridos, como corresponde a la civilizada conducta del año electoral que corre. Me vino a despertar de semejante pesadilla, el ruido de los pasos marciales de los soldados bolivarianos que transportaban la espada y el rugido alborozado de la muchedumbre que aplaudía frenética la entronizada de lo que pudo haber sido un nuevo florero de Llorente.

Y de la señora Alcocer, ¿qué? . Pues que también estuvo en mis sueños. Se me apareció en los de por la noche del siete de agosto. Con su mismo vestido blanco, descrito tan claro como el agua por su diseñador Virgilio Medinah como un enterizo tipo mono «con un pantalón palazzo tipo crepe ivory forrado en seda duchesse y una muceta de cuello envolvente con prenses «full lenght», que transmite alegría espiritual, esperanza y la paz anhelada por todos los colombianos», pero con el rostro de Evita Perón, aun cuando al principio fue el de Lady Di. Y en medio de las multitudes que la aclamaban y con un Gustavo Petro al lado, sonriente y enamorado, con su inseparable banda presidencial como lucía en toda ocasión Juan Domingo Perón, echando globos sobre el futuro de su justicialismo popular y su desbordada fijación por las multitudes, compuesta por descamisados, nadies y ninguniados. Como para Freud. Por fortuna, los sueños, sueños son.

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